domingo, 30 de marzo de 2008


La impaciencia atraviesa el pasillo a oscuras, caminando pasos de silencio. Hacia el final, una puerta de madera detiene su ritmo por cuanto tiempo le lleva girar el picaporte. Sin necesidad de luz, entra a mi habitación: sus movimientos están signados por las cadenas de la memoria.
Ahora su presencia se vuelve continua a mi cuerpo y respira amenazas que trizan todo equilibrio. Pronto quebrará sus huesos sobre los míos, se revolcará en mi cama y obligará a mis muelas a amontonarse en el dolor.

Hay una parte de mí en estas noches que reclama el adiós último. El resto persiste en embriagarse con suspiros de espera y así, las agujas continúan sus infinitas vueltas…

4 comentarios:

Adán Buenosayres dijo...

que lindas palabras, este domingo un tanto adverso es un placer conocer y embriagarse con ellas.


saludos


Pd:me tomo el atrevimiento de agregarte a mis favoritos

Anónimo dijo...

¿Que nos dice el peso del pecho? ¿Cuál es la simbología del dolor? Uno descubre que no hay camino... y en ese andar haciéndolo se pone obstáculos que detienen por un momento esas agujas. ¿Cuantos segundos duro el beso? ¿Cuantos minutos el llanto? Ahí fuiste eterna, y burlaste al reloj.
A.G.

El Tano dijo...

Esto me recuerda la noche en que Enrique Rusconi, primo de mi abuela, fue despertado en una noche fría y silenciosa. Su mujer, su hija y la otra que estaba esperando pacientemente, en la panza de ella, el momento de salir a sufrir; vieron como era acribillado contra la pared de su propia casa. Ese marido, ese padre, ese amor, ese luchador.
Por la fecha en que lo escribiste me tomo el atrevimiento de decirlo.

Marian Raméntol dijo...

Siempre deja buen sabor de boca encontrarse navegando por un submundo pleno, desgarradoramente bello.

Todo un placer.

Marian Raméntol