domingo, 30 de marzo de 2008


La impaciencia atraviesa el pasillo a oscuras, caminando pasos de silencio. Hacia el final, una puerta de madera detiene su ritmo por cuanto tiempo le lleva girar el picaporte. Sin necesidad de luz, entra a mi habitación: sus movimientos están signados por las cadenas de la memoria.
Ahora su presencia se vuelve continua a mi cuerpo y respira amenazas que trizan todo equilibrio. Pronto quebrará sus huesos sobre los míos, se revolcará en mi cama y obligará a mis muelas a amontonarse en el dolor.

Hay una parte de mí en estas noches que reclama el adiós último. El resto persiste en embriagarse con suspiros de espera y así, las agujas continúan sus infinitas vueltas…

3 comentarios:

Adán Buenosayres dijo...

que lindas palabras, este domingo un tanto adverso es un placer conocer y embriagarse con ellas.


saludos


Pd:me tomo el atrevimiento de agregarte a mis favoritos

Anónimo dijo...

¿Que nos dice el peso del pecho? ¿Cuál es la simbología del dolor? Uno descubre que no hay camino... y en ese andar haciéndolo se pone obstáculos que detienen por un momento esas agujas. ¿Cuantos segundos duro el beso? ¿Cuantos minutos el llanto? Ahí fuiste eterna, y burlaste al reloj.
A.G.

Marian Raméntol dijo...

Siempre deja buen sabor de boca encontrarse navegando por un submundo pleno, desgarradoramente bello.

Todo un placer.

Marian Raméntol